No soy una persona especialmente amorosa. No soy de dar besos, apurruños, ni de hablarle chiquitico a nadie. No soy tocona, ni de hacerte cariños en el cabello o de darte la mano y decirte cosas bonitas y dulces, no soy de esas que empalagan pero eso no quiere decir, que no lo pueda hacer.
A ver, hay personas que son cariñosas por naturaleza y lo hacen bonito, pero hay otras que se acercan a ti hasta invadir todos tus espacios, desde arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Van de un lado al otro, hasta bordearte por completo y abusan, algunas, en serio abusan.
Dicho esto, cualquiera podría pensar que en estos momentos, me vienen muy bien todas estas reglas tan explícitas que se nos ha impuesto, como: no acercarnos, no darnos la mano, no tocarnos, no besarnos, no hacer el amor o tener sexo (como prefieras verlo), no compartir utensilios, no permanecer en espacios cerrados, no estar en lugares no ventilados, no salir, no comer en la calle, no estornudar, no toser, ¡no un coño!
A algunos no les queda más que abrazar el montón de zapatos que puedan tener en sus closets o las decenas de looks diferentes que puedan llegar a poseer. Besan el montón de maquillaje o cepillos y hasta la plancha para el cabello, accesorios, carteras, relojes, trajes o cualquier periquito que quizás, aún está sin estrenar porque siguen pensando, que es eso lo que importa.
Otros, nos damos cuenta de otras cosas que nos han hecho falta. Desde la barrera y lo más recóndito de nuestro espacio, observamos desde la distancia, desde nuestras pantallas, desde la imaginación y desde lo que nuestros ojos dicen ver; el actuar de una sociedad sola, ausente, incrédula, a veces cruda, rota y fea. Otras, desesperada, vacía e inerte. El ambiente no ayuda. Algunas declaraciones, tampoco. Ciertos mensajes de whatsapp menos y por eso me gusta tratar de quitarle un poco el melodrama a las cosas. Eso no quiere decir, que algunas veces no sea yo quien se comporte como una perfecta amargada con patas que camina, y que en definitiva, deja aflorar su mal humor y pesadez.
Hoy estoy de cumpleaños y afortunadamente tengo a mi mamá a mi lado. Hoy tomaremos ron con cocacola y también vino. Haré un brownie. Comeremos pan casero y lo que queda en la nevera para que no se dañe. Pasaremos calor juntas, porque ¡vaya que está haciendo calor! Tendremos conversaciones de esas rápidas y que no interrumpan mucho el audio, video o película que estemos viendo. Nos quejaremos de cualquiera de las notas disonantes que puedan aparecer durante el día. Y así nos llegará la noche, hasta que ya mañana sea el cumpleaños de alguien más. También cuento con mi gente querida de siempre. Esa que me conoce desde hace mil siglos atrás. La que quizá no palpo todos los días o ahora ni se acuerda de mi cumpleaños, pero con las que nos hemos sentido en risas, lágrimas, buenos y malos momentos.
Hay un mundo virtual, del que muchos hablan. Y sepan, que mucho de lo que me alegra y me mantiene en pie, tiene que ver con ese mundo. ¿Quién dijo que lo virtual es irreal o falso? He recibido tanto cariño el día de hoy. Personas que son mucho más que un avatar, unas palabras escritas o un “jajajajajajajaja” sin sentido. Me han enviado audios, mensajitos, stickers. He comido varias tortas y no he engordado ni un gramo. He recibido abrazos, besos, los más encantadores deseos y a muchos ¡ni siquiera los conozco!
Nos hemos “prometido” cafés, paseos, encuentros, conversaciones, fiestas, tragos, regalos, celebraciones, proyectos y mucho futuro. Eso me encanta y me motiva mucho. Se han convertido en un proyecto muy personal que tengo, debo y quiero cumplir. Son mis “amigos” que más que virtuales, son virtuosos. Son divinos. Son geniales. Gracias a todos. Son importantes para mí.