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miércoles, 8 de enero de 2020

El anaquel


    Al parecer el lunes las personas arrasaron con todo en el súper y no había muchas de las cosas que estaba buscando. Vi poca gente pero todas concordaron en algo: producto que agarraban, pasaba directo al lector de precios, para luego regresar a su lugar de origen: el anaquel.

  La cara de "no me alcanza" es muy particular. Es ese rostro largo, triste, preocupado. Ese rostro que muestra arrugas que no tienes, líneas de expresión que ni conoces. A veces provoca pasarse por la maquinita de precios, a ver ¿cuanto es capaz de marcar? A ver, ¿qué indicaría tu propio código de barras? A ver, ¿cuál es el valor que te dan? Sí, sé que sonó deprimente pero es que justamente ese es el rostro del que les hablaba. El rostro de "no me alcanza" va sin maquillaje. Va sin bronceado. Va destapadito y sin velos. Es ese rostro que sabiéndose en el supermercado, no se termina de romper. Se mantiene firme y rígido hasta volver a esa compostura estática y fría, que muchos llaman dignidad. 

   No sé por qué estoy hablando de esto. Yo solo acabo de llegar del supermercado. Compré algunas cosas. Pocas. Y no todas las que tenía en mente. El dinero se me fue de un jalón. No encontré lo que quería, lo que quiero, lo que necesito. Traté de rendir mi dinero hasta el máximo. Compré con inteligencia (bueno, eso creo yo). Me dije: - Voy a esperar. Hoy no es un buen día para comprar. No hay mercancía, el dólar está bajando, los precios siguen aumentando; mi dinero es el mismo y la verdad, verdaíta: no tengo ganas. Quiero saber ¿qué pasó con los misiles del medio oriente? Eso allá está feo. Dígame Australia, ¡Pobres animalitos! ¡Pobre gente!... de repente recuerdo a Cocodrilo Dundee. En la casa me espera una hallaca. Primera de este año o la última del año pasado. Como sea, ese va a ser mi almuerzo. Tengo hambre. ¡Ah mira! papel tualé. Lo tomo y me dirijo a la maquinita de precios. 314 mil y lo demás se me olvidó. ¡Que bolas! La semana pasada estaba en 190 mil. Lo compro después. Cara de “no me alcanza”. Camino y sigo mirando. Voy hacia las neveras. No hay quesos. No hay embutidos. Me voy de aquí. - 

 Ahora estoy en casa, preguntándome si publico o no, esto que acabo de escribir. Que para mí, no es más que una pequeña catarsis o como dirían los antiguos griegos: una purificación de las pasiones de mi ánimo. Mañana debo volver al súper que ya no es súper. Que aunque dejó de ser estupendo, fantástico, genial y ahora solo es súper caro y que a veces, me hace ver a personas tristes, con caras largas, preocupadas y con arrugas que no tienen, es una cita ineludible, a la que voy con cara limpia, con la frente arriba y con la que en algún momento espero encontrar muchos más rostros de “me alcanza mucho” pero de tranquilidad, de prosperidad y de toda esa dignidad que una vez sacaron de mi anaquel, mientras este se mantenía adosado a mis pies, con suficiente base para darles el soporte necesario para sostener todo eso que si quiero que regrese.